Vicent Wilhelm Van Gogh (1853-1890 Groot, Zundert, Holanda), era un esquizofrénico y a la prueba son todas sus locuras insipientes y maduras: meter la mano al fuego pidiendo que se le permitiera contemplar por primera vez el rostro nórdico de su prima Etten; ir deambulando como pastor entre mineros miserables para llevarles la palabra de Cristo; dormir sobre tablas, meterse en tabernas, fumar para quitarse el hambre, vivir con una prostituta embarazada o cortarse un pedazo de oreja para ir a terminar en un burdel, desangrándose; ser encerrado en un malcomió y en otro y en otro hasta encajarse un balazo en pleno pecho.
Se suicido cuando tenía 37 años. “He pagado mi trabajo con mi vida y esta me costo la mitad de mi juicio...” escribía antes de su muerte.